Nuestro país tiene un rico historial de clubes de barrio, no solamente en cuanto a los logros deportivos y los grandes jugadores que han iniciado sus carreras en este tipo de entorno sino que, históricamente, han sido espacios de encuentro y socialización para la comunidad donde se encuentran instalados.

En la Argentina existen más de cinco mil instituciones que se identifican como clubes de barrio. Ofrecen actividades culturales, sociales y deportivas a ciudadanos de toda clase social, en especial a jóvenes y adolescentes.

Dos millones de argentinos confluyen a ese tipo de instituciones en busca de actividades deportivas, de bienestar social y de contención.

Los clubes de barrio se remontan a comienzos del siglo XX y, en toda su historia, han sido un incomparable ámbito de socialización donde se forjan fuertes sentimientos de pertenencia a una comunidad, a una entidad, a una camiseta o insignia. Es un espacio que difícilmente será reemplazado como espacio de integración social, de transmisión de valores y tradiciones comunitarias.

Los clubes además de ser un espacio donde los jóvenes encuentran reglas de convivencia, aprenden un deporte y todos los hábitos que la práctica deportiva implica. Pero también es un lugar de contención que aleja a mucha gente de los riesgos de la calle.

Además de formar en la técnica deportiva, permiten a los jóvenes desarrollar valores propios del deporte, los que se proyectan a lo largo de su vida social, más allá del incentivo propio que importa la realidad recreativa y competitiva.

Los jóvenes estrechan vínculos con sus compañeros, entrenadores y amigos, a la vez que se genera un espacio donde compartir experiencias mutuas.

Se construye un sentimiento de identidad y un valor de pertenencia que sólo un club puede aportarle.

Muchas veces, familias enteras ven en el club de barrio un ámbito donde socializar y compartir entre sí y con otras familias el gusto por la práctica deportiva y por la “vida de club”.

Las actividades deportivas, culturales y sociales llevadas adelante en los clubes de barrio brindan el reto recreativo o competitivo que implican estos desafíos, a la vez que enseña a actuar en forma grupal o en equipo. Sin embargo, el motivarnos a un aprendizaje necesario de valores nobles y honrados, es sin duda el mayor aporte que hacen clubes de barrio como el nuestro a la comunidad.